Y
cuando la repites una, tres, cinco, diez, veinte veces, te suena igual, miras a
través de la ventana y el mismo sentimiento te acompaña, al escuchar cada letra
y cada nota, la mano nerviosa tamborilea sobre tu bolso, un nudo en
el pecho y la misma sensación de querer reventar en llanto y evitar que las
lágrimas desborden su espacio permitido, los recuerdos que te
propusiste olvidar al despertar, ahora te traicionan y sientes que lo
amas igual y más que siempre, pese a la indiferencia y a esa recalcitrante
duda, pese a la decisión de empezar a odiarlo.
Cuánto
hiciste (y pensaste hacer sin hacer), cuánto pensaste y quedó en pensamiento:
cantarle una canción a voz en cuello y con las tonadas recién aprendidas de una
guitarra, aprendiste la canción y a tocarla sin mucha gracia, éste regalo
autodidacta, nunca será de nadie; esa carta de tu propio puño y letra en
la que confesabas que sabías como y cuándo brillaban sus ojos, cuantos lunares
tenía su pecho, el gesto en su frente y que tu corazón entendió al suyo,
sólo la conocerá el primer cajón del ropero, pero jamás sus manos,
ni su corazón.
Nunca
sabrá cuánto amaste su disconformidad y ese odio, común, a lo común y
mundano, a su día de la semana hibernando, jamás siquiera sospechará cuanto
adoraste sus letras, lo enternecedor que era oírlo desconocer lo
maravilloso que podía resultar y cuánto odiaba no poder dormir unas 10
horas más.
Despiertas
un día más y prometes no defraudarte, hoy desearás no cruzarte con
su mirada una vez más y evitarlo para no sufrir un nuevo dolor provocado por
esos ojos esquivos, hoy ya no te darás vuelta luego de una despedida,
esperando se estruje el corazón y le temas una vez más a aquella
sensación .
Avanzó
el día y ahora, cuando repites la canción una, dos, tres, cien veces, miras por
la ventana entreabierta del auto en marcha, sientes el viento y el olor a
árboles, sólo piensas: "espero que ella, quien supo
conquistarlo, reconozca el brillo de sus ojos, aprenda mi canción y se la
lleve a su puerta, cuente los lunares en su pecho, entienda a su corazón y
nunca deje guardada un carta, como la mía, que hoy yace apolillada y
amarilla".
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